Vistas de página en total

sábado, 19 de enero de 2013

LO QUE CHILE PERDIO EN 1879

LO QUE CHILE PERDIÓ EN 1879
 Antonio Belaunde Moreyra


Tan es verdad en la historia lo que ocurrió como
 lo que dejó de ocurrir para que aquello ocurriera.
De no ser así la verdad sería demasiado ramplona.
Dedico estas reflexiones a quienes sean capaces
 de inteligencia y buena voluntad donde quieran
 que habiten.

       Se ha vuelto a poner de plena actualidad el complejo tema de nuestras relaciones con Chile. Yo no he visto, naturalmente, el programa televisivo titulado "Epopeya" acerca de la Guerra del Pacífico, el que ha sido, a mi modo de ver, acertadamente suspendido. Así, no tengo la menor idea de qué hay en ese programa, pero creo tener alguna certidumbre de lo que no hay. Concretamente no hay el hecho, mal conocido en el Perú, que la victoria chilena en esa infausta guerra, costosa y humillante como fue para nosotros, fue mucho más costosa y en el fondo también más humillante para Chile. En efecto, para hacernos la guerra Chile renunció a lo que era suyo según el principio del Uti Possidetis Juris 1810: la Patagonia.

       Comprendo que el Estado chileno no pretendiera aplicar ese principio a la reivindicación de la  provincia de Mendoza, que también era chilena, ya que de allí había partido San Martín en su notable paso de los Andes  para  liberar a Chile mediante sus rutilantes
victorias de Maipú y Chacabuco; pero que renunciara a la Patagonia no tiene explicación y para cualquier chileno debe ser un pecado nacional imperdonable.

A decir verdad, la ocupación de facto de la Patagonia la inició el Presidente argentino de apellido Roca pero la negociación que consolidó jurídicamente ese hecho la dirigió por parte argentina un señor Irigoyen, en vísperas de la guerra a poco declarada a Bolivia y Perú. La epopeya debió ser, pues, la defensa de la Patagonia. O epopeya que nunca tuvo lugar, ni se escribió ni se peleó.

Es justo recordar que el joven argentino Sáenz Peña peleó en Arica y sobrevivió por ser extranjero, años más tarde llegaría a la presidencia de la república de su país y fue para nosotros un gran amigo, amigo tanto del país como la justicia de su causa. Lástima los hechos ya estaban por entonces consumados.

       Desde entonces la relación Perú-Chile es y sigue siendo desigual.  Cuando les vendíamos azúcar de caña, un Senador chileno dijo que esa compra que nos hacían era nuestra "dulce venganza" y desde entonces se dedicaron a sembrar remolacha; no sé qué harán ahora.

       Yo siempre tuve el convencimiento que ante chilenos no se puede bajar la guardia, lo cual no me ha impedido tratarme amigablemente con mis colegas de esa nacionalidad y algo bastante más significativo, que contaré si hubiera lugar.

En el mismo sentido, la última vez que estuve en Santiago los mejores restaurantes de esa capital mapochina eran regentados por peruanos y servían comida limeña. Hay algo en el Perú que les atrae a los chilenos, hombres y mujeres, y no sólo es la cocina. A la esposa de un colega le encantaba que la bailaran el valse limeño; su marido no sabía hacerlo, entonces ella me pedía que lo hiciera yo, claro, con el consentimiento de su cónyuge y también el de mi propia mujer, mi amada Yvonne. El juego era limpio. Otro por su parte me decía: "Explícame cómo es esto de hacerle la venia al vals", cosa imposible de explicar. El hecho es que aunque lo desconozcan, que es ignorar a drede, Chile históricamente ha pertenecido al ámbito cultural peruano y hay una enorme huella lingüística de eso. Mejor dicho, la conquista de Chile fue iniciada por el almagrista Pedro de Valdivia desde el Perú. Esa conquista fue loada en lo que posiblemente es el más importante poema épico en español después del Mio Cid: "La Araucana" de Alonso de Ercilla. Ellos lo toman como un canto a las virtudes de los grandes héroes indígenas: Caupolicán, Colo Colo y bastantes más y por cierto, lo es; pero olvidan, (adrede), que la Araucana fue escrita en Lima, o sea también es nuestra. Así el Perú fue un poco el padrino de Chile de manera similar a como la vieja Francia lo fue de Inglaterra.

       Fuerza es reconocer que ellos nos devolvieron la moneda y claramente lo canta nuestro Himno cuando dice:

                        "Mas apenas el grito sagrado,
                        libertad en sus costas se oyó".

       La Expedición Libertadora la comandó San Martín y la organizó y financió O'Higgins, acto de grandeza que el Perú le agradeció en vida más que cumplidamente y no ha mucho le hicimos un postrero homenaje que había demorado demasiado.

Al principio los chilenos exclamaban:

             - ¡Viva Chile y Perú!

pero vino Portales y malogró la fiesta.

       Quizá conviene anotar que los héroes de la Araucana no sólo fueron indios, los hubo también entre los conquistadores, uno en particular: el señor de Loyola, sobrino de San Ignacio, a quien se confirió el Marquesado de Oropesa, único feudo con vasallos en América del Sur, pues casó con la Ñusta, princesa imperial, hermana del Inca Túpac Amaru, ignominiosamente mandado decapitar por el Virrey Toledo. El señor de Loyola murió en Chile y los mapuches se las arreglaron para hacer llegar hasta Lima su barbada cabeza putrefacta.

Estoy convencido que sendos retratos, no grandes, de esa noble pareja, cuelgan en una sala, no la más grande, de la Embajada de la República Argentina en Lima. Los he visto allí o veo visiones.

       Nuestros aturdidos políticos de hoy, sobre todo el demagogo Humala, están tratando de precipitar la solución de nuestro problema marítimo. Este hasta hace poco tenía dos partes: una dependiente de la demarcación existente de la frontera terrestre ("Línea de la Concordia") y otra propiamente marina. La primera ha quedado resuelta por una cabal decisión del Tribunal Constitucional de Santiago. No puedo menos que rendirle mi homenaje; como se dice en francés: "A todo señor, todo honor". 

       La parte marítima es otra cosa. El almirante Giampietri, Vice Presidente de la República, lo ha visto claro: no podemos arriesgar un fracaso en la delimitación de la frontera marítima porque sería difícilmente reparable. La única manera que hará posible llegar a la solución válida es adherir a la Convención abierta a la firma en Montego Bay en 1982, la CONVEMAR. Sólo así podremos poner en juego las normas sustantivas y procesales que esa Convención contiene y hacerlas valer en nuestro favor. Reto a cualquiera que intente refutarme.

       La lectura de ciertos pasajes del gran filósofo e historiador Arnold Toynbee me hace pensar en el fondo de la íntima y contrapuesta relación entre Perú y Chile. Pero prefiero callar eso por ahora. Sé en todo caso que la Historia no fluye por cauces jurídicos humanos. La justicia divina va y ve más allá de la humana porque Dios y sólo Él, es dueño de la vida y de la muerte. Pero siempre la justicia y el amor divino son lo mismo, ya que en Dios todo es uno.

Empero, reza el Salmo: "Los designios de Dios son inescrutables".

Con todo, me parece que la Providencia va soltando por ahí sus señales; por ejemplo ésta, en la cual, que yo sepa, nadie ha reparado expresamente:
los chilenos, bien se sabe, son muy patriotas y cuando vitorean a su país gritan:

¡Viva Chile mierda!.
Nosotros en cambio, clamamos:
¡Viva el Perú, carajo!
y es mejor.


Lima, San Borja, 12 de marzo de 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario